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PROYECTOS DE EMBALSES EN EL RIO FLUVIA

PROYECTOS DE EMBALSES EN EL RIO FLUVIA

Editado en catalán, corresponde a un capítulo del libro «Fluviá» de Joan Carreres, editado por Gorbs el año 2015, pp.47-56

Introducción El aprovechamiento de las aguas por parte del hombre es un hecho que se remonta a la antigüedad, pero no será hasta finales de la Edad Moderna cuando se producirán los cambios más profundos tanto en la geografía, como en el paisaje. Será a partir del siglo XVIII cuando, a consecuencia del crecimiento demográfico experimentado, el hombre se empezará a plantear el desecar grandes zonas húmedas para disponer de nuevas tierras de cultivo. Estas tierras, todo sea dicho, eran muy apreciadas, ya que el territorio que ocupaban los estanques era muy fértil. De esta manera, y con el visto bueno de la población, a medida que pasaba el tiempo iban disminuyendo los estanques y los humedales, unas zonas que por lo pronto estaban mal vistas por el hombre ya que en ellas iban asociadas diversas enfermedades.
Con la llegada del siglo XIX, el nuevos avances técnicos, como las bombas de agua, permitieron llevar a cabo el desagüe de algunas zonas que hasta entonces había sido imposible de conseguir. Pero si los estanques y lagunas eran, por una parte, focos de infecciones, por otra eran una gran reserva de agua, tanto para abastecer a las ciudades como los regadíos. Por eso, cuando este equilibrio se rompió, las diversas administraciones públicas se empezaron a plantear el hecho de desviar las aguas de ciertos ríos en provecho de las grandes ciudades -a las que podían abastecer con agua corriente-, a la vez que favorecían los regadíos.
Por este motivo, a lo largo del siglo XIX se llevaron a cabo en Cataluña grandes proyectos hidráulicos que afectaron buena parte de las tierras de Lleida -con la construcción del Canal de Urgell, así como los deltas del Ebro -con la canalización de su margen derecho- y del Baix Llobregat. No obstante, en las comarcas gerundenses, y en concreto en la zona norte-ampurdanesa, se vio como proyecto tras proyecto, la mayoría de ellos asociados al río Fluvià, se iban al traste hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, que es cuando se construirá el embalse de Boadella (1969).

Los primeros proyectos De hecho, los proyectos pioneros en las tierras gerundenses se remontan a finales del siglo XVIII. En el primero de ellos, que data del año 1770, se presentó al Gobernador de Girona un plan consistente en «acero navegable el Río Ter desde Gerona en Torroella de Montgrí».
Fue en la misma época que Jaume de Caresmar propuso construir un canal navegable de Banyoles en el mar conectando monte «con los Puertos de Rosas, La Escala, y Sant Feliu de Guixols». De esta manera, se hubiera conseguido que se hubieran podido transportar desde las tierras Garrotxa hasta el mar productos tanto preciados en aquella época como la madera para la construcción de barcos.
Pero todo quedó en simples propósitos, como también lo hicieron una serie de proyectos que pretendían construir embalses en el río Fluvià.
El primer proyecto en el que se tiene presente este río fecha del 1857 y lleva por título Canal del Norte de Cataluña . Este proyecto, promovido por el catalán Félix Borrell y firmado por el ingeniero Francisco Soler, pasaba por la construcción de un gran embalse en el río Ter, en la zona del Pasteral, que podría llegar a contener 160 hm3. Se nutría, en buena parte, de las aguas del mismo Ter, aunque también estaba previsto el aporte del Fluvià mediante un canal secundario que arrancaba a las proximidades de Crespià. La toma debía tener 100 metros de altura y producía un remanso sobre el río 18 kilómetros aguas arriba. Para que nos hagamos una idea de las medidas de este embalse, el geógrafo David Pavón, en su artículo Antecedentes de los grandes proyectos de irrigación en el llano del Alto Ampurdán. La opción fracasado de los grandes regadíos catalanas del siglo XIX , de acuerdo con los datos oficiales publicados por el Ministerio de Fomento, nos dice que en toda España, en aquellos momentos, si se sumaba la capacidad de todos los embalses que había, apenas llegaban a los 100 hm3. Como curiosidad, cabe destacar que el proyecto, además del embalse que ya hemos comentado, incorporaba un canal navegable de 100 kilómetros de longitud, para barcos de un máximo de 500 toneladas, que iba desde el embalse del Pasteral hasta la bahía de Roses.
Desestimada esta propuesta, al 1859 hubo dos peticiones más. Una de Manuel de Rich para la construcción de un canal que hava¡ua ser alimentado por las aguas de los ríos Muga y Manol y del arroyo Galligants. Y otra de Joan Papell y Francisco Cielos para la irrigación de las zonas del Empordà, que consistía en captar las aguas del río Fluvià cerca de Espinavessa.
Pocos años después, un nuevo proyecto veía la luz. Este fue presentado por José Piniella, el año 1866. Bajo el nombre de Canal de Riegos del Ampurdán , no preveía la construcción de ningún gran embalse, sino que consistía en la construcción de dos canales de derivación , uno en cada margen del río Fluvià, que servirían para regar buena parte de la llanura ampurdanesa. Pero la falta de un gran embalse que garantizara el agua en las épocas estivales hicieron inviable el proyecto.

La sociedad Canal del Alto Ampurdán (1882) y la Cámara Agrícola del Empordà Llegados al año 1882, cuando todavía el proyecto de Piniella no estaba del todo descartado, se constituía en Figueres la sociedad Canal del Alto Ampurdán , la cual proponía un nuevo proyecto, obra del ingeniero Victoriano Felipe y Vidal, centrado en el regadío de la llanura que rodeaba Figueras. Dentro de este proyecto, la obra principal consistía en una toma de derivación, «de 14,5 m. sobre el Lech del río, con 14 metros de grueso en la base y 80 m. de largo», en el mismo lugar donde ya se situaba el proyecto de 1857, cerca del pueblo de Crespià, al pie del cerro de San Miguel, una zona donde el río forma un estrecho desfiladero. Pero como los otros proyectos, tampoco este se llevó a cabo, y se debería esperar la llegada del siglo XX para ver colocada la primera piedra de un proyecto.
El primer intento del nuevo siglo arranca con el Plan de Obras Hidráulicas , una especie de catálogo de obras hidráulicas promovido por el gobierno central en 1902. Este plan, y los sucesivos de 1909 y 1916, preveía, entre otros, la construcción del «canal del Ampurdán y Pantano de Crespià, para dar riego a 4.700 hectáreas [...] derivando el canal del rio Fluvia en el estrecho del Molino de las Deus, búsqueda del pueblo de Crespia, e implantando el pantano en el mísmo sitio ». Este proyecto contó con el apoyo de la Cámara Agrícola del Empordà, que se había fundado en Figueres el año 1900 y que desde un buen principio luchó por el desarrollo de la agricultura en la comarca. La citada sociedad dio un fuerte impulso al proyecto mencionado y, incluso, consiguieron que el mes de abril de 1904, el rey Alfonso XIII, en el transcurso de la visita que hizo en la ciudad de Figueres, se desplazara en la sede de la entidad. Años más tarde, el Rey, en su segunda visita a la ciudad, llevada a cabo el 15 de mayo de 1924, se desplazó hasta las proximidades del lugar donde debían construir las obras. Pero a pesar de las buenas intenciones, ya pesar de quedar incluidas dentro de las «obras hidráulicas realizables en un Plazo de ocho años», de las grandes infraestructuras hidráulicas de regulación previstas por los ríos gerundenses no se llegó a ejecutar cabeza.
Dos año más tarde, en 1926, con el objetivo de impulsar las obras hidráulicas pendientes en todo el territorio nacional, se creaban las Confederaciones Hidrográficas , que en nuestro caso concreto llevaba el nombre de Confederación Sindical Hidrográfica del Pirineo Oriental (CSHPO) según Real Decreto de 1929.

El embalse de Crespià (1929) El 8 de julio de 1929, durante la sesión de clausura de la asamblea constituyente de la Confederación Sindical Hidrográfica del Pirineo Oriental , llevada a cabo en el Palacio de la Diputación de Barcelona, el delegado regio, el general Pere Vives, recordó que el proyecto del embalse de Crespià era un problema que se arrastraba desde hacía tiempo: «llevaba tres cuartos de siglo de existencia burocrática, sino que hubieran Dado Comienzo Aún los Trabajos de una obra tan Importante y de la que Debén resultar Beneficiados buen número de pueblos del Ampurdán ».
Era el impulso que faltaba a tantos años de anteproyectos. El 31 de enero de 1930 ya estaba lista la redacción del primer proyecto de embalse de Crespià, firmado por el ingeniero de la Confederación, Mariano González Salas. En este proyecto se preveía construir, a la altura de donde se encuentra la capilla de San Miguel de Roca, justo en los límites entre los municipios de Crespià y Esponellà, un embalse con una toma 45 metros de altura, que almacenaría 65 millones de metros cúbicos de agua y que cubriría poco más de unas 500 ha. de superficie. Las aguas de este embalse llegarían hasta el puente de Besalú, del que cubrirían, en estado normal, unos tres metros de sus pilares.
El acto de presentación de este proyecto tuvo lugar con la asistencia del rey Alfonso XIII, después de una visita que el monarca había hecho en Banyoles y Figueres el 28 de mayo de ese mismo año. Por lo que dicen las crónicas de la época, una vez se le presentó el mismo, comentó que «parece mentira que tratándose de una obra de tantísima importancia no se hubiera realizado mucho antes», terminando su discurso con un significativo «ya está hecho el pantano de Crespià».
A partir de aquí, la tramitación tuvo que sortear varios escollos, que iban desde las expropiaciones hasta otras de tipo legal. En este sentido, hay que resaltar el cumplimiento de la ley que establecía que los propietarios de las obras beneficiadas por el regadío pagaran como mínimo el 10% del gasto durante la construcción de las obras. Una ley que fue modificada, en este caso, por una orden ministerial de 16 de agosto de 1934 que permitió desatascar la situación. El 3 de julio de 1935, las diferentes autoridades se desplazaron al Plan de Martís para ver "in situ" la ubicación del camino que había que construir para acceder al futuro embalse y de la casa de la administración de la presa. Pocos meses después, el 9 de septiembre del mismo año, con la presencia de Manuel Marraco, Ministro de Obras Públicas, se colocaba la primera piedra de la que debía ser la casa de la administración, justo por encima del desfiladero donde se tenía que construir la presa. La prensa de la época describía el acto diciendo que al paso del convoy de autoridades gentío era impresionante "convenientemente alineados en la acera de la carretera de la Generalidad, ocupaban más de un kilómetro de longitud, desde Martís en dirección en Banyoles". El acto concluyó con el compromiso del ministro de bautizar esta obra con el nombre de "Pantano de Carlos Jordán", en recuerdo de lo que había sido miembro destacado de la Cámara Agrícola del Empordà, gran impulsor de la obra que todo justo se iniciaba y que había muerto pocos días antes.
Las obras empezaron tal y como se había previsto, ya finales de abril de 1936 ya estaban prácticamente terminadas las dos carreteras que se habían de construir: la que conducía hasta el pantano y la que desde este iba a la toma . Pero el estallido de la Guerra Civil, en julio de 1936, aunque durante un tiempo todavía se siguió trabajando, paralizó la obra.

De nuevo el pantano de Crespià (1941) Una vez terminada la conflagración, el año 1941, en el Plan General de Obras Públicas , se declaran de interés los pantanos de Crespià y de Sau. Comienza así una nueva etapa por el pantano del Fluvià, aunque esta vez será relativamente corta. Durante las obras de perforación del túnel para desviar las aguas del río, mientras se construía la pared de la presa, se encontraron con afloramientos de yesos, en algunos que estaban excavadas algunas cuevas de dimensiones considerables (en alguna de ellas se podía circular por dentro en barca, incluso).
Sin embargo, la comarca del Pla de l'Estany vivió, durante unos años, la ilusión de las obras. En el año 1942 se empezó a construir la que debía ser la casa de la Administración, y que hoy en día se conoce como la "casa de los ingenieros", así como un barracón que estaba destinado a comedor y vivienda de los trabajadores. En aquellos momentos, ya debía haber un número suficiente respetable de trabajadores ya que, en fecha 7 y 8 de noviembre de ese año, en los respectivos plenos municipales de los ayuntamientos de Crespià y Esponellà, se acordó dirigirse al gobernador de la Provincia exponiendo que «en vista de la escasez de ganado lanar y del aumento de personal que hay en este pueblo [de hecho se refería a los dos pueblos] con motivo de las obras del pantano de Crespià» y pidiendo «Permiso para sacrificar, entre los dos pueblos, semanalmente, un becerro para abastecer de carne a acerca habitantes».
Pero esta bonanza duró tan sólo tres años, ya que a partir de 1944 las obras del pantano de Crespià quedaron suspendidas por problemas de orden geológico y febrero del año siguiente se paralizaron de forma definitiva. Cabe decir que en los sondeos que se habían hecho en 1909 ya se habían localizado yesos en esta zona, tal y como recoge el informe realizado por el ingeniero Peregrino. E incluso se da el caso de que dos años después el ingeniero Casamor, que era el encargado de hacer el estudio previo del pantano de Crespià, hizo un informe donde comentaba que había habido un hundimiento del terreno en el futuro vaso del embalse y las consecuencias que esto podría conllevar. Pero el caso es que no se le dio la debida importancia a ninguno de los dos informes.
En estos años otro problema planeaba sobre las aguas gerundenses. A finales de la década de 1940, Barcelona y su cinturón se encontraban en fase de expansión, pero problemas climatológicos, derivados de la poca lluvia caída entre 1947 y 1949, dieron lugar a una gran sequía que ocasionó grandes problemas de suministro , tanto en la ciudad de Barcelona como su área metropolitana. En consecuencia, hubo que buscar una solución urgente, lo pasaba por hacer un trasvase del agua del Ter. Por este motivo, y por decreto del 31 de marzo de 1950, se ordenó la redacción de un anteproyecto -aprobado el 1954- de abastecimiento de aguas en la ciudad condal y alrededores, con caudales derivados del río Ter. En contrapartida, ante la gran presión que había en contra del proyecto, sobre todo en las comarcas gerundenses, indirectamente se daba luz verde a la redacción urgente de una batería de estudios facultativos de grandes embalses como los de Esponellà (Fluvià), Boadella (Muga) y Ginestar (Llémena).
Fue así como se plantea diferentes alternativas para intentar superar el reto que representaba no poder construir el embalse del Fluvià en el lugar previsto. Una fue la de impulsar un proyecto aparcado desde primeros de siglo: construir un pantano en la zona de Boadella para controlar las riadas de la Muga y de su afluente, el Arnera, y, a la vez, posibilitar el riego de las tierras de la comarca. Este proyecto, a la larga, daría lugar a la actual pantano de Boadella, inaugurado en 1969.
Otras tres propuestas alternativas pasaban por realizar diferentes actuaciones en la zona del Fluvià. La primera, de 1951, que recibió el nombre de Canal Bajo del Empordà y que no preveía la construcción de ningún gran embalse sino una esclusa de derivación, fue desestimada poco después. Las otras dos, de manera sucesiva, se fueron planteando posteriormente: primero, <> b> Anteproyecto de Regulación para el río Fluvià y, en desestimarse, el Embalse de Esponellà .

Los embalses de Castellfollit de la Roca, San Miguel de Campmajor y Ginestar (1953) En 1953, la Dirección General de Obras Hidráulicas del Ministerio de Obras Públicas redactó un anteproyecto de regulación de los caudales del río Fluvià. Se trataba de una complicada obra de ingeniería hidráulica formada por tres pantanos comunicados entre ellos. El primero de ellos era una presa de 15 metros de altura que embalsa las aguas del Fluvià cerca de Castellfollit de la Roca, a la altura, posiblemente, del Plan del Eliseo. Entonces, mediante un túnel, se llevaban hasta el río Ser, donde, un poco más abajo de su confluencia con el Ritort, a la altura del molino de Roca, habría una presa. Esta embalse, con una toma de dimensiones similares a la del desestimado pantano de Crespià, de 50 metros de altura, habría inundado el Valle de Campmajor. Por último, un conjunto de túneles y canales debían cruzar las estribaciones de la montaña de Rocacorba para llevar las aguas del Ser en la Llémena, afluente del Ter. Finalmente, todo el caudal se debía almacenar en un tercer embalse que consistía en una toma situada cerca de Ginestar, de una altura de 45 metros. De esta manera, se trasvasaba el agua sobrante de la cuenca del Fluvià en el Ter. Este proyecto fue aprobado el 25 de julio de 1954 e incluso llegó a salir publicado en el BOE, a pesar de que no se había informado a los vecinos esperando a tener los resultados de los sondeos. Unos resultados que todavía fueron más desoladores que en el caso del pantano de Crespià. En esta ocasión, en el Valle de San Miguel de Campmajor, se encontraron con grandes concavidades, excavadas en yeso, en las que se les coló los tubos con los que hacían los sondeos. De nuevo la conclusión fue que el subsuelo no podía retener el agua y, de este modo, entró en juego una tercera opción: el embalse de Esponellà.

El embalse de Esponellà (1957) En 1956 se retomó la iniciativa del pantano de Crespià, como contrapartida a la toma de aguas del Ter para la ciudad de Barcelona.
En el caso del Fluvià, sin embargo, y después de la decepción de la década de los 40, había que hacer un nuevo estudio de otros puntos para superar las limitaciones del emplazamiento inicial. El hecho de que el Valle de Campmajor también presentara problemas y la proximidad del lago de Banyoles y su cuenca, conllevó que se decidiera hacer un estudio hidrogeológico detallado, tanto a nivel superficial como de ensayos por medio de fluoresceína. Los resultados obtenidos permitieron tener una idea bastante clara de la hidrogeología comarcal. Una vez terminados los estudios, la Asesoría Geológica de Obras Públicas, en 1957, recomendó que había que construir la presa de Esponellà porque era la más eficaz y económica.
Nacía así el proyecto de embalse de Esponellà, tan sólo a 500 metros aguas abajo del emplazamiento abandonado el 1944. Las prospecciones geológicas que habían acabado de realizar habían permitido conocer que entre la ubicación descartada 1944 y la escogida en 1957 discurría una línea de falla perpendicular al cauce del río que hacía modificar el sustrato geológico. Sería la propuesta denominada por el ingeniero Vidal Pardal como Presa del Ampurdán -un nombre no reconocido oficialmente-, por encontrarse ya dentro del bloque geológico del Empordà.
El 15 de julio de 1959 se aprobaba por Orden Ministerial el Proyecto de pantano de Esponellà sobre el río Fluvià, elaborado por la Confederación, y en 1960 se redactaba el estudio previo del conjunto de los planes de riego del Fluvià. Pero de nuevo, ya pesar de sus buenas perspectivas, el proyecto quedó atascado hasta el año 1964, en que se volvió a plantear el Plan Fluviá en el I Plan de Desarrollo Económico Social por lo gobierno de Madrid. Una vez más, sin embargo, ni la redacción ni la aprobación del proyecto no sirvieron para hacer realidad la toma ni los regadíos del Fluvià.

Los últimos intentos A finales de los años 60, los estudios técnicos encargados y elaborados por la administración hidráulica defenderán que antes de optar por la construcción de una infraestructura como la toma de Esponellà se valoren las posibilidades del regadío con aguas freáticas.
Así, aunque el Plan de Desarrollo Económico Social, hecho por el gobierno central en 1967, se consideraba todavía el Plan Fluvià, en el II y el III, correspondientes a los años 1967 y 1972 respectivamente, este plan ya desaparece de los presupuestos y las obras ya no constaban en ninguna parte.
Sí se llegó a redactar, sin embargo, el Proyecto de túnel de desvío del río Fluvià y caminos de acceso de la margen izquierda para la construcción de la presa de Esponellà, con un presupuesto de 245 millones de pesetas.
Y en el año 1980, incluso, en el Plan Hidrológico Nacional , la regulación del Fluvià se consideraba una actuación necesaria para llevar a cabo antes del año 2010. Como podemos ver, pues, aún no se había dicho el "no" definitivo a la construcción de un embalse para aprovechar las aguas del río Fluvià.
Es más, en 1983 todavía se habla de un nuevo proyecto. En este caso, pasa por una toma de 42 metros de altura destinada no sólo al regadío sino también el abastecimiento de agua y el aprovechamiento hidroeléctrico. Este nuevo proyecto era avalado por una presumible comunidad de regantes que pedía a la CHPO que se reactivara el proyecto de los años 60. Esta nueva resurgimiento hizo que el diario El Punt, en fecha 4 de febrero de 1984, publicara un titular que decía: «el largo camino de la toma de Esponellà está a punto de entrar en la recta final». Dos años más tarde, sin embargo, el 6 de noviembre de 1986, el mismo diario reconocía que el proyecto estaba congelado a raíz de los traspasos en materia de obras hidráulicas que el estado central había hecho a la Generalidad en enero de ese año.

¿Se acabarán aquí 150 años de proyectos en el Fluvià? La verdad es que no me atrevo a decirlo. Como hemos visto, cada vez que se ha dado por enterrado un proyecto, a los pocos años, como el ave fénix, ha vuelto a resurgir uno nuevo ...

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