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RECUERDOS DEL INSTITUTO INTERNADO SOTOMAYOR (MANZANARES - CIUDAD REAL)

RECUERDOS DEL INSTITUTO INTERNADO SOTOMAYOR (MANZANARES - CIUDAD REAL)

Revista Siembra
febrero y marzo, 2025

Con la creación en Manzanares el año 1955 del llamado Instituto Laboral o Centro de Enseñanza Media y Profesional, de modalidad agrícola-ganadera, especializado en enología, llegó un momento en que el número de alumnos procedentes de los pueblos limítrofes con Manzanares, superaba al de los del propio municipio. A modo de ejemplo podemos decir que el curso 1964-65 de los 64 alumnos matriculados en el Instituto de la calle del Carmen, solo un tercio pertenecían al propio municipio, mientras que el resto eran alumnos procedentes de los pueblos de los alrededores, alumnos que necesitaban un lugar donde alojarse, ya que no se podían permitir el ir y venir cada día desde sus respectivas residencias al instituto. Eso hacía que tuvieran que quedarse a dormir y de ahí que el Ayuntamiento manzanareño tomara cartas en el asunto y a partir del curso 1961-62 decidiera crear un "internado" en unos pisos situados en la plaza de Julián Mellado. Éste, al que podríamos llamar "primer internado" empezó a funcionar en el curso 1962-63, por iniciativa de Manuel García-Fogeda Cabanes, pero dado que ninguna institución se hacía cargo del internado, intentó gestionarlo como entidad privada, pero no gustó a la autoridades y terminó siendo cesado.
Esa primera experiencia sirvió a su vez para detectar un primer problema: el número de alumnos "becados" era superior al de las plazas disponibles, lo que motivó que muchos de los estudiantes tuvieran que repartirse en pensiones y casas particulares, entre ellas una situada en la calle Vázquez de Mella, número 1, justo al lado del instituto.
Con la llegada del curso 1965-66, mientras el Ayuntamiento realizaba las obras de adecuación de un edificio situado en la calle Mayorazgo, número 4, con la intención de convertirlo en internado, los estudiantes que estaban en la calle Vázquez de Mella, se trasladaron, con carácter provisional, a otro edificio, en este caso situado en la calle del Carmen, número 7. Una casa de dos plantas, a la que se accedía por una portada en la que habían unos caballeros en relieve, con un patio central, que tenía un "aguilucho" disecado que por la noche los internos se dedicaban a mover-lo, dando una sensación de terror, lo que le valió a la casa el sobrenombre de la "casa del terror". Era fría como el hielo, con una sola estufa para calentar todo el edificio, carecía de agua corriente, la cual tenían que ir a buscar a la cochera anexa al edificio, donde había un gran bidón en el que las larvas de los mosquitos nadaban a sus anchas.
Finalmente, a mediados de 1966, las obras de adaptación del edificio de la calle Mayorazgo estuvieron terminadas, de tal modo que el curso 1966-67, con más de 100 alumnos becados, el Internado se trasladó a su nueva ubicación.

El edificio de la calle Mayorazgo
El nuevo edificio era una de las grandes casas solariegas con las que contaba Manzanares, compuesta de piso bajo y alto con diferentes habitaciones, que fue adaptado a las necesidades del internado, de modo que una vez terminadas las obras de adecuación quedó estructurado del siguiente modo: en la planta baja, alrededor de un patio central se repartían distintas estancias: la oficina del conserje y la del gerente; una gran sala de estudio, que a la vez servía de sala de juego, y televisión; la biblioteca; el comedor; la cocina, el despacho del director, la escalera por la que se accedía a la planta primera y la puerta que daba al patio, donde se encontraban los aseos, que a su vez hacían las funciones de ducha; "el patatero" que aparte de servir de almacén, hacía las veces de gimnasio; y evidentemente todo lo que se espera de un patio: una pared que servía de frontón, un par de canastas de baloncesto y una red de voleibol. Y en la primera planta: el dormitorio principal; aunque no era el único dormitorio, ya que había otros, pero con menor capacidad, entre ellos el que llamaban de los "roncadores" y un par de habitaciones más, en una de las cuales dormían los profesores encargados. Y con es paso de los años justo al lado de la escalera de acceso, se ubicaron unos nuevos aseos.

Organigrama del Internado Sotomayor
Para el buen funcionamiento y gestión de la nueva institución, se constituyó un patronato municipal que, presidido por el alcalde, estaba formado por el cura párroco, el director del instituto, un profesor de la asignatura de Formación del Espíritu Nacional (FEN), un maestro y dos padres de alumnos. Pero a parte de ellos, que eran "cargos administrativos", los que si compartían el día a día con los internos, eran el educador, el del Frente de Juventudes, el conserje y la cocinera con un par de mujeres que la ayudaban en sus tareas. Pero si bien eran pocos, y en algunos momentos se encontraban desbordados, por regla general no había un ambiente carcelario, ?y es que de hecho era más un pensionado, que un internado, ya que respetando ciertos horarios, los alumnos podían entrar y salir sin ningún tipo de restricción?, aunque eso sí la disciplina era bastante regia, un hecho muy habitual en la mayoría de las escuelas de aquellos años.

El día a día en el Internado Sotomayor
El día a día era muy repetitivo: levantarse, ir al instituto y por la tarde estudio, hasta la hora de cenar, después un poco de televisión y a acostarse. Pero con la llegada del fin de semana la rutina sufría variaciones y si bien la mañana del sábado se dedicaba principalmente al estudio, a partir de la tarde del sábado y todo el domingo, se consideraban "festivos", y aunque la mañana del domingo, muchos se quedaban en el patio jugando a voleibol o al baloncesto, por las tardes del sábado y del domingo se arreglaban y salían: al cine, a la pastelería Mazarro a comprar bollos de leche, y sino, al paseo que bordeaba el rio, hasta que anochecía en que era cuestión de ir pensando en volver «porque si llegabas tarde, te ibas directo a la cama sin cenar, aunque los otros estuvieran cenando en ese momento».
Pero a parte de todo lo comentado, también se organizan certámenes literarios, representaciones teatrales, se impartían charlas de formación humana y espiritual e incluso se organizaban viajes de fin de curso. Pero con la obertura de nuevos Institutos de Enseñanza Media en la región, llegó un momento en que el internado ya no tenía razón de ser y dejó de funcionar el curso 1974-75.

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