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LOS HERMANOS DE HORÉ Y LA ARMADA. Un héroe, un afrancesado y un desertor

LOS HERMANOS DE HORÉ Y LA ARMADA. Un héroe, un afrancesado y un desertor

Oretania de cultura
núm.2. pp.80-97.

ORIGEN DE LOS HORÉ
Hijo de Roberto de Horé y de Sabina Palo, de origen irlandés, Enrique de Horé casó con Isabel Bom con la que tuvo un hijo, Jacinto de Horé. Nacido en Alicante en 1673, en 1695 casó con la murciana Juana Cabrera, con la que se instaló en la ciudad de Almería y de cuyo matrimonio nacerían, entre otros, Vicente, Pedro y Onofre. Vicente, el mayor, será el progenitor de los tres hermanos protagonistas de esta historia; Pedro, que casó con la gaditana Fancisca Valiente, alcanzó el grado de capitán de Infantería, ostentando a su vez el cargo de Administrador de la Encomienda de Calatrava; mientras que Onofre, que casó con Josefa Arboledas y Cubillas, fue regidor decano vitalicio de la Isla de León (hoy San Fernando) y Subdelegado de la Jurisdicción de Marina y villa de dicha isla.

VICENTE DE HORÉ Y CABRERA
El 14 de julio de 1746, en la iglesia parroquial de Daimiel, Vicente de Hore y Cabrera, sargento mayor de la Real Armada1, nacido en Alicante en marzo de 1696, contraía matrimonio, con Ana Teresa Dávila y Calvillo, nacida en Murcia en 1721, en lo que, para el primero, era su segundo matrimonio, ya que anteriormente había matrimoniado con Rosa González y Pérez de Cárdenas, con la que había tenido una hija, Manuela, casada con Vicente Francisco de Heredia y Valdelomar, Alcalde de la Santa Hermandad por el estado noble en Daimiel. Padres, estos últimos, de Alonso de Heredia y Horé, caballero Guardia Marina (1773); José María de Heredia y Horé, también caballero Guardia Marina (1775), ascendiendo luego a Capitán de Fragata de la Real Armada y nombrado Caballero de la Orden de Calatrava (1803); y Manuel María de Heredia y Hore.
De ese segundo matrimonio de Vicente de Horé, con Ana Teresa Dávila, nacieron en Calzada de Calatrava2, población en la que se asentaron a mediados de ese siglo, Mª Manuela, Ramón, Mª Teresa (1750)3, Juan José, Vicente (1752), Francisco Javier, Angel Rafael (1757), Serafín (1767?) y Mª Luisa. De ellos Vicente, Angel Rafael y Serafín hicieron carrera en la Real Armada de España, aunque cada uno de ellos tuvo un final distinto, mientras que Angel Rafael tuvo una carrera ejemplar, Vicente se afrancesó y Serafín terminó siendo expulsado de la Armada.

VICENTE DE HORÉ Y DÁVILA
El mayor de los tres hermanos nació el 5 de noviembre de 1752. Empezó estudiando Filosofía y Derecho en la Universidad de Granada, para ingresar a continuación en la Academia de Guardias Marinas de Cádiz, el 16 de abril de 1771, donde ascendió a oficial el 22 de junio de 1774, el mismo año que casó con María Josefa Saldaña Molinillo, de Utrera.
A bordo de la fragata Santa Clara y de los jabeques Atrevido y Gamo, realizó varias campañas principalmente contra las naves moriscas que asolaban nuestras costas. En julio de 1775, a bordo del jabeque Gamo y bajo el mando de Pedro Castejón, tomó parte en la expedición de Argel, una operación naval que tenía como objetivo tomar la ciudad de Argel, y que terminó en un tremendo fracaso. Un año más tarde, con el cargo de alférez de fragata, regresó a España, desembarcando en Cartagena.

Rumbo a las colonias
Ese mismo año de 1776, su suegro, Manuel de Saldaña y Piñeda, marqués de San Antonio y de Saldaña, declinó ser elegido corregidor en Lampa (Perú), motivo por el que en 1777, Horé fue nombrado por Carlos III para ocupar su puesto, aunque su nombramiento como tal se demoró hasta 1780, el año en que Tupac Amaru II se rebeló contra las injusticias que sufrían los indios, por parte de los corregidores, así como por el cobro indebido de tributos, y puso en movimiento a todo el sur del Virreinato del Perú, en una rebelión que duró poco mas de dos años y que significó un precedente para las guerras de independencia que emergerían en América a inicios del siglo XIX.
Siendo una de las consecuencias de esa rebelión la creación de las llamadas Intendencias, que fueron decretadas el 28 de enero de 1872 para suprimir los Corregimientos y sus abusos. Horé fue relevado de su puesto en 1784, siendo ascendido en 1787, a raíz de los informes favorables presentados por el Virrey del Perú, a teniente coronel de infantería.
En 1788, el mismo año, en que fallecía su primera esposa, matrimoniaba de nuevo, en este caso con María Juana Isabel de Lizarazu y López Lisperguer (La Plata, 1769), dueña del Ingenio Agua de Castilla, en Potosí, usado para la extracción de plata, e hija del Conde de Casa Real de Moneda, el General Juan de Lizarazu Viamonte y Navarra, Gobernador de Armas de Potosí y Alguacil Mayor de Santiago de Chile.
En 1791 obtuvo los galones de coronel, siendo nombrado al año siguiente Secretario de Cámara y del Virreinato, cargo que ostentó hasta el año 1793, aunque la vacante no se cubrió hasta 1975 según podemos leer en la resolución emitida el 23 de julio de 1795, por el propio Rey, nombrando su sucesor: «por quanto se halla vacante la Secretaria de Cámara y del Virreynato del Perú por ascenso del coronel D.n Vicente Hore Davila a Consejero de Yndias, [...]».

De vuelta a España
Establecido de nuevo en España, en julio de 1795 obtuvo una plaza supernumeraria de Ministro de capa y espada del Consejo de Indias, transformada dos años mas tarde en plaza de número. Ascensos que posiblemente tenían su origen en la amistad que se había establecido entre Hore y Godoy, en aquellos años secretario de Estado, un hecho reafirmado por el rotativo El Español de fecha 30 de abril de 1810 que se refiere a Vicente Horé, «como intimo favorito del Príncipe de la Paz».
Según podemos ver en el Kalendario manual y guía de forasteros en Madrid, entre los años 1797 y 1806 residió en Madrid, en la calle Toledo, fecha que coincide con su toma de posesión, el 3 de marzo de 1806, de "Intendente de Andalucía y asistente de Sevilla", ?en sustitución de Manuel Cándido Moreno, cuñado de Godoy?, «concurriendo al acto la banda militar del regimiento que guarnecía este recinto [el cabildo], y mandándose poner colgaduras en todas las casas de la plaza mayor». Fue el mismo año que recibía el habito que lo acreditaba como Caballero de la orden de Calatrava.
Llegados a 1808, el 22 de marzo informó a los sevillanos sobre la caída de Godoy, a quien debía su cargo, y dos meses después, el 5 de mayo hizo lo mismo sobre los levantamientos acaecidos en Madrid tres días antes, contra los invasores, y con el fin de tranquilizar a la población manifestó que las autoridades centrales de la monarquía (en su mayoría subordinadas a los franceses) deseaban el bienestar de los españoles, lo que fue interpretado como una traición hacia el monarca Borbón. El 27 del mismo mes, fue elegido miembro de la Junta Suprema de España e Indias, pero pocos después, el 23 de octubre tenido en sospecha por sus antiguas relaciones con el afrancesado Godoy, fue suspendido, aunque se reconocieron «su desinterés, generosidad y amables modales», y confinado en su ciudad natal, pero Horé pidió al rey que revocase esa orden y le permitiera recluirse en una casa de campo en Córdoba «al no tener en Calzada parientes cercanos, estar su casa completamente derruida y ser sus aguas muy perjudiciales para los cálculos renales que padecía».
Al año siguiente, se le permitió volver a Sevilla, bajo estrecha vigilancia, pero con la llegada de las tropas francesas, recobró su libertad y aceptó afrancesarse, restablecido en sus prerrogativas de consejero de Estado honorario, siendo condecorado, en 1 de abril de 1810, con la Orden Real de España.
En enero de 1811 se le nombró miembro de la Junta Suprema Central Gubernativa del Reino por la provincia de Sevilla y ese mismo año, o a principios del siguiente, José I Bonaparte, por aquel entonces Rey de España, le nombró Comisario Regio, con jurisdicción sobre las prefecturas de Toledo y La Mancha.
El 31 de agosto de 1812 acompañó al Rey en su viaje a Valencia huyendo del asedio de las tropas anglo-españolas a la ciudad de Madrid. Derrotado el francés, el Diario de Palma del jueves 12 de agosto de 1813 publicaba, bajo el epígrafe de "Lista de los Grandes de España y demás personas que componían el Consejo de Estado del Rey intruso", el nombre de Vicente Hore.
A partir de ese momento se le pierde el rastro, por lo que es muy probable que marchara a Francia junto a otros afrancesados, aunque lo que sí sabemos es que su segunda esposa, falleció en Madrid en 1818, sin dejar sucesión.
Y hasta aquí lo que se sabe de él, aunque en el cuaderno número 9 de Apuntes para la historia de España, o verdaderos y unicos principios de la imprevista y milagrosa revolución de Sevilla, realizada en la noche del 26 de mayo del año de 1808 (1811), escrito por Mirtilo Sicuritano, seudónimo de Nicolás Tap y Nuñez de Rendón, uno de los líderes del alzamiento en Sevilla contra los franceses durante la Guerra de la independencia de España, se plantea que tal vez en el momento de la toma del cargo, y pese a la amistad que le había unido a Godoy, no era todavía un afrancesado como tal, y para ello lo primero que se pregunta es que como siendo, como decían las lenguas, «protector de los invasores», se le nombró vocal de la junta. Y es cuando aservera que «nuestro héroe [en referencia a Horé] usó aquí de la política más oportuna, haciendo de ladrón fiel», en pocas palabras, que hizo de espía, añadiendo que teniendo presente que «desde las garras de la muerte se vió exaltado a la soberanía, no podía menos de obrar bien». Y aquí me permito hacer un comentario sobre este último párrafo, toda vez que no hay constancia, o no la he sabido encontrar, sobre el hecho de que hubiera estado a las puertas de la muerte, si és que ella no hubiera sido consecuencia de esos cálculos renales que decía que padecía.
Siguiendo con las cavilaciones que nos hace el autor de esos apuntes, afirma que Horé era consciente de que la opinión popular estaba contra él y da a entender que se valió de ello para hacer el doble papel. Y sigue preguntándose ¿Quien mejor que Horé podría haber habilitado el ramo de la Real Hacienda? y respuesta a ello es que en los cinco primeros días de instalada la junta, trabajó lo indecible, de tal modo que parecía que llevaba meses funcionando. Y termina diciendo «tambien hemos visto que Horé está con los franceses: luego fué bien hecho el nombramiento con la reservada qualidad de separarlo honrosamente a su tiempo».
En fin, la duda está planteada, pero lo que sí que es cierto es que acabada la presencia de los franceses en España, ya no se tiene más noticias de él. Por eso, aunque las crónicas tengan razón de que en el momento de ser nombrado para la Junta Suprema no era un afrancesado, e incluso podría ser que se hubiera querido separar de Godoy, al haber éste caído en desgracia, lo que si parece cierto es que acabó siéndolo.

ÁNGEL RAFAEL DE HORÉ Y DÁVILA
Nacido el 26 de marzo de 1757, obtenía la plaza de guardia-marina, en la Compañía de Guardias Marinas de Cádiz, el 18 de agosto de 1770. Aprobados sus exámenes teóricos embarcó en buques que practicaban el corso contra las regencias norteafricanas, hasta que en 1774 fue de nuevo llamado a tierra donde después de aprobar los exámenes prácticos se le entregaron los galones de alférez de fragata.

Navegando por el Mediterráneo
Destinado de nuevo al Mediterráneo, primero como guardia-marina y luego como oficial subordinado, a lo largo de ocho años y cuatro meses tomo parte en varios combates, sirviendo a las ordenes de los generales, Luis de Córdova, Juan de Lángara y Antonio Barceló, hasta que el 29 de junio de 1782, llegó al departamento de Cartagena como 2.º comandante del navío Gallardo, pasando, a partir del 15 de abril del año siguiente, al jabeque Mallorquín, con el que posiblemente participó, en agosto de ese mismo año de 1783, y bajo el mando del Comandante General Antonio Barceló en el bombardeo de Argel, que tenia como objetivo castigar y destruir las embarcaciones corsarias que en aquel momento asolaban el comercio y las costas españolas y de otros países ribereños del Mediterráneo.
En 1784, el mismo año en que nació su hijo José María, ?fruto de su matrimonio con Lorenza Anrrich García, hija del Regidor Perpetuo de Cartagena, Francisco Anrrich, con la que, al hallarse embarcado, se había desposado por poderes, en la iglesia de Santa María de Gracia de Cartagena, el 14 de noviembre de 1781?, fue nombrado comandante del jabeque Catalán, participando en julio de 1784 en la segunda expedición contra Argel.
Al mando de ese buque estuvo hasta mediados de 1785 en que fue destinado al Cuerpo de Ingenieros de Marina, dándole la responsabilidad de las carenas de los buques a flote en el Arsenal de Cartagena. En 1786 nace su hija María Rita y dos años después lo encontramos al mando del bergantín Galgo, con base en Cartagena, puerto del que entra y sale varias veces a lo largo de ese año. En 1 de marzo de 1791 es ascendido a capitán de fragata y tres años mas tarde, en febrero de 1794, a propuesta del general Miguel José Gastón es destinado interinamente como Mayor General del Departamento de Cartagena, cargo en el que permanecerá hasta el siguiente mes de noviembre.
En el mes de mayo del año siguiente, se le otorga el mando de la fragata Perla, con la que llevará a cabo una comisión cerca de la regencia de Túnez, regresando a Cartagena en el mes de marzo del año 1796, hasta que a finales de ese mismo año recibe la orden de conducir a Constantinopla al embajador tunecino. Conseguido su objetivo, una vez en la capital turca, se apresuro a regresar por temor al contagio de la epidemia que allí reinaba, pero debido al estado en que se encontraban las negociaciones, el embajador no estaba dispuesto a ello, ni tampoco a que tanto él como su séquito se pusieran en cuarentena por lo menos durante quince días, por lo que Horé se hizo a la vela para España el 2 de diciembre, sin esperar al embajador. Recaló en el puerto de Mahón, donde inició una cuarentena, terminada la cual se dirigió a Cartagena, donde se le comunicó que el 27 del pasado mes de agosto se le había ascendido al grado de capitán de navío, a la vez que se le confería el mando de la Compañía de Guardias Marinas de Cartagena, cargo que desempeño hasta que fue ascendido a brigadier en octubre de 1802, ascenso del que se enteró en diciembre de ese año, a la vuelta de un viaje que, agregado a la escuadra de Domingo de Nava, quien enarbolaba su insignia en el navío Reina Luisa, hizo a Italia con su nuevo buque, la fragata Flora, para el transporte a España de los reyes del efímero estado de Etruria.
En febrero de 1803 y hasta el mes de octubre se le concede el mando del navío Reina Luisa, cargo que simultaneó interinamente con la comandancia principal de Matrículas, la particular del departamento de Cartagena y la subdelegación de Montes.

Del Caribe a Finisterre
Ya dentro del año 1804, y ante la inminente guerra que se preveía con Gran Bretaña, el teniente general Federico Gravina, le puso al mando del Argonauta, navío en el que tenía previsto izar su insignia y con el que la noche del 9 de abril partió, tras alistar urgentemente una división de seis navíos, e incorporandose a la francesa del almirante Villeneuve, con rumbo a la isla de Martinica, donde fondearon el día 14 de mayo, desembarcando las tropas el día 31, donde después de duro combate fue conquistado el Fuerte Real y el peñón del Diamante.
Al regreso de este viaje, en aguas del cabo de Finisterre se encontraron con una escuadra británica al mando del almirante Robert Calder, con la que se enfrentaron el día 22 de julio del año 1805 y en la que la escuadra combinada sufrió su primer revés, consiguiendo arribar al puerto de El Ferrol el día 2 de agosto. De resultas del combate, según el periódico Mercurio de España del 15 de agosto, a su llegada al puerto el Argonauta presentaba el siguiente aspecto: «tiene rendidos el palo de mesana y varias vergas; cortadas las xarcias, y mucha parte de la maniobra, bastante estropeado el velamen, 21 balazos en costados y cubiertas, y otros varios en la proa, tajamar y codaste».
Reparados los buques, levaron anclas el día 13 llegando al puerto de Cádiz el día 20. Días después, el 31 del mismo mes, Horé recibió la orden de trasbordar tres baterías de su navío, al Príncipe de Asturias donde unos días después el teniente General Federico Carlos Gravina y Nápoli, Capitán General de la Armada de España, enarbolaba su insignia, a la vez que confería el mando de la nave a Horé, según petición suya, como podemos leer en una carta del 3 de septiembre escrita por el mismo Gravina: «Al transbordar mi Insignia al Navío Príncipe de Asturias, me manifestó el Brigadier de la Real Armada Don Rafael de Hore, que continuaría muy contento de mi Capitán de Bandera, como lo había sido en esta última Campaña; y deseando yo acceder a sus deseos, le he expedido la correspondiente orden de transbordo».
Ya como Capitán de bandera del navío de tres puentes Príncipe de Asturias, a la salida de Cádiz el día 19 de octubre firma el "Estado de fuerza" del mismo dejando por escrito que estaba compuesto por: 30 cañones de a 36 libras, 32 cañones de a 24 libras, 30 cañones de a 12 libras, 6 cañones de a 8 libras, 14 obuses de a 48 libras y 6 obuses de a 24 libras. Total: 118 piezas de artillería. Además portaba 4 obuses de a 4 libras que eran sólo utilizados para su servicio en la lancha y los botes. Tenía un total de 1.113 hombres, incluidos los oficiales de guerra, mayores y dotación, de los cuales 200 pertenecían al Regimiento de Voluntarios de la Corona y otros 30 eran artilleros del 4º del Real Cuerpo de Artillería.

La flota franco-española
Antes de seguir adelante y para entender los acontecimientos que condujeron a que una flota combinada franco-española se enfrentara a la británica, que en aquellos momentos era considerada la mas moderna de las flotas, y el porque de las prisas francesas, en contra de la opinión de los mandos españoles, habría que remontarnos a finales del siglo XVIII, en el que España terminaba en una situación complicada que la situaba entre la espada y la pared.
Por un lado estaban las aspiraciones que los ingleses tenían puestas sobre nuestras colonias y su comercio, y España no tenia suficiente potencial naval para enfrentarse a la Armada Real británica. Pero por otro lado en Francia había un gobierno revolucionario que, gracias a su nuevo y pujante Ejército, no ocultaba sus intenciones de destronar a los Borbones españoles, del mismo modo que había hecho con los suyos, de ahí que el rey español, Carlos IV y el que fuera su hombre fuerte, Manuel Godoy, estuvieran ante el dilema de aliarse con uno de ellos para hacer frente al otro, ya que lo que estaba claro es que no podía tener al mismo tiempo una armada capaz de combatir con la inglesa y un ejercito lo suficientemente potente para hacer frente a la Grand Armeé francesa.
Consecuencia de todo ello fue la firma, en 1796, del tratado de San Ildefonso por el que Francia y España acordaban mantener una política militar conjunta con la que enfrentarse a Gran Bretaña, que en esos momentos amenazaba a la flota española en sus viajes a América, y ratificado con el tratado de Aranjuez (1801), en unos términos parecidos al anterior, lo que se traducía en el hecho de que con la llegada del nuevo siglo, España, como aliada de Francia, se encontrara enfrentada a las potencias europeas que intentaban frenar la política expansionista de Napoleón, que, entre sus objetivos tenia el de invadir las islas británicas.
Con ese fin, se decidió que la escuadra naval franco-española distrajera a la flota británica atrayendo al afamado almirante Horatio Nelson a las aguas del Caribe y así alejarla del canal de la Mancha, donde el ejercito francés se preparaba par invadir "la pérfida Albión". Pero este plan de distracción fracasó el 22 de julio de 1805, cuando la flota franco-española, que marchaba rumbo a las costas francesas, al mando del almirante Pierre Charles Silvestre de Villeneuve, se encontró frente al cabo de Finisterre con la flota de la Armada Real Inglesa comandada por el vicealmirante Robert Calder, que enterado del retorno de la flota mandada por Villeneuve, marchó hacia el cabo Finisterre, para cortarles el paso.
Aquel día, quince buques ingleses se enfrentaron a veinte buques franco-españoles y si bien el resultado de la batalla no fue concluyente, si que impidió que en un primer momento la flota franco-española accediera al canal de la Mancha para escoltar el paso de la Grande Armée, el ejército con el que Napoleón tenía previsto invadir Inglaterra.
Hay que tener presente que Francia salía de una revolución en la que la marina habían sido diezmada y los barcos, ante la falta de oficiales, descuidados por sus indisciplinadas dotaciones. Oficiales que en sus tres cuartes partes o bien habían sido guillotinados o habían huido al exilio, de aquí que los nuevos oficiales fuesen gente adicta al nuevo régimen, como Villeneuve, y no oficiales de carrera. Villeneuve era un hombre que había ascendido más por influencias que por méritos propios, falto de liderazgo y bastante retrasado en lo referente a las nuevas tácticas. Todo lo contrario que Federico Gravina, el comandante español, que tenía una brillante y extensa hoja de servicios, era un gran líder, y estaba al día en técnicas y tácticas navales. Pero las ordenes de Godoy eran que por encima de cualquier otra consideración, tenía que seguir fielmente y a toda costa las órdenes de Villeneuve. que era en quien Napoleón había depositado el mando.
Pero si la marina francesa no pasaba por su mejor momento, la española le iba a la zaga, ya que la fuerza naval de Carlos IV estaba muy mal pertrechada por falta de recursos presupuestarios y sufría una gran escasez de personal de marinería, por lo que se había tenido que recurrir a infantes y artilleros del Ejército que jamás habían pisado una cubierta. Por eso aunque hubieran grandes profesionales como Federico Gravina, Cosme de Churruca, Ángel Rafael de Horé, Baltasar Hidalgo de Cisneros o Antonio de Escaño, la mayor parte de la marinería no estaba a la altura. Y en nada ayudó el resultado de la batalla de Finisterre, donde se empezó a demostrar la incapacidad de mando de Villeneuve.
Con la derrota a sus espaldas, lo que trajo aparejado que no se pudieran cumplir las ordenes dadas por el emperador francés de navegar hacia el Canal de La Mancha, Villeneuve recibió nuevas ordenes de Napoleón, en los términos de que a pesar de la derrota debían seguir con el plan inicial y dirigirse hacia el paso de Calais para reforzar el paso de las tropas napoleónicas acantonadas en Boulogne-sur-Mer a la espera de transporte marítimo, pero el francés desatendió esta orden y dirigió la flota hacia Cádiz.
Llegados al mes de septiembre, recibió nuevas ordenes, esta vez se le ordenaba que dirigiera la flota hacia Nápoles y despejara el Mediterráneo del hostigamiento de los buques ingleses. Pero de nuevo desatendió las ordenes del Emperador, y al poco se enteraró de que éste había decidido sustituirle y enviarle a París para pedirle cuentas por sus acciones, pues opinaba que «Villeneuve no es capaz de mandar ni una fragata».
Tal vez con la intención de lavar su honra y antes de que llegara su sustituto, el 18 de octubre, y ante la oposición de varios de los altos mandos españoles, como Churruca, Escaño y Gravina, partió de Cádiz con la flota combinada, para enfrentarse a la flota británica, comandada por Horatio Nelson, y con el que se encontró tres días después, frente al cabo Trafalgar.
Y si bien la superioridad de la flota franco-española, compuesta por 33 buques (15 españoles y 18 franceses), frente a la británica, que estaba formada por 27 naves, preveían un victoria para los primeros, la anticuada forma de comprender las batallas navales de Villeneuve, sus extrañas maniobras y la ineptitud para el mando, provocaron que la flota aliada se desordenara y fuese abrumadoramente derrotada por la superioridad técnica y táctica de la Armada Real británica.
El porqué no se le apartó antes del mando, no es el objetivo de este articulo, pero no está de mas comentar que después de la derrota de Finisterre, el mismo emperador francés ya había dicho en una carta fechada el 5 de agosto, enviada a Denis Decrés, su ministro de marina: «Gravina es todo genio y decisión en el combate. Si Villeneuve hubiera tenido esas cualidades, el combate de Finisterre hubiese sido una victoria completa».

La batalla de Trafalgar
Ancladas en el puerto gaditano, las escuadras de Gravina y Villeneuve esperaban el momento idóneo para atacar. Finalmente llegaron noticias de que más de 30 navíos ingleses se acercaban por el estrecho de Gibraltar. Villeneuve hizo acudir al que era su buque insignia, el Bucentaure, a todos lo oficiales, entre los que se encontraba Horé, donde el francés y algunos de sus subordinados, apostaron por salir de inmediato al encuentro de los navíos ingleses, al contrario de lo que opinaban Gravina y los suyos, que aconsejaron aguardar en el puerto, ya que se avecinaba una tormenta. Ante el enorme desacuerdo, se decidió por votación no dar la vela, y esperar el momento mas favorable, pero Villeneuve, hizo caso omiso, de modo que el 20 de octubre dio la orden de zarpar a toda la escuadra. Permanecieron toda la noche en maniobras y diferentes formaciones, hasta el día siguiente, lunes 21 de octubre de 1805, en que un poco antes del mediodía comenzó el combate4, durante el cual resultó gravemente herido en el brazo izquierdo el almirante Gravina5, que tuvo que dejar el mando a su secretario general Antonio de Escaño y García Cáceres, que también resultó herido, en este caso en una pierna, pero que repuesto se incorporó a la batalla, aunque como dejó escrito, pocos años después de la batalla, Francisco de Paula Quadrado de Roó en su Elogio histórico del Excmo. Sr. D. Antonio de Escaño, éste «curado de primera intención, se hizo conducir a su puesto, en el que no pudo subsistir a causa de la pérdida de sangre, que lo debilitó», lo que nos podría llevar a preguntarnos quien se hizo cargo del mando, y solo nos cabe suponer que fue precisamente Rafael de Horé, bajo cuyo mando se encontraba la que era la nave insignia de Gravina, quien se hizo cargo.
Pero sea como sea, el caso es que el Príncipe de Asturias acudió al rescate del navío español Argonauta, momento en que fue atacado por los navíos ingleses Revenge y Defiance, que si bien fue ayudado por el San Ildefonso, éste, tras una defensa desesperada, se vio forzado a arriar la bandera, la cual hoy en día se encuentra en el Museo Marítimo Nacional de Greenwich. De nuevo solo, El Príncipe de Asturias siguió soportando el embate enemigo. Mientras el Defiance se retiraba, aparecieron el Polyphemus y Thunderer. A las cinco de la tarde, tras una larga lucha y cuando estaba a punto de abandonar, acudieron en su ayuda los navíos Neptune y San Justo que consiguieron apartarlo del foco de la batalla y de este modo poder ser rescatado por la fragata francesa Thémis, la cual intentó llevarla a remolque hasta el puerto de Cádiz, pero el estallido de la tormenta pronosticada, hizo que el viento del sur impidiese que lo hiciera por lo que se vio obligado a dar fondo en el Placer de Rota a primeras horas del martes 22, entrando finalmente a la seguridad del puerto de Cádiz el jueves día 24 para pasar finalmente, el 2 de noviembre, al Arsenal de La Carraca para proceder a su reparación, ya que a parte de las numerosas bajas: 50 tripulantes muertos y otros 110 heridos, había sufrido importantes daños en el casco, arboladura y artillería quedando prácticamente desarbolado, no tan solo a consecuencia de la batalla, sino también a causa la tormenta que se desencadenó, lo que provocó que a las ocho de la noche del martes 22, echase «abajo los dos palos mayor y mesana».
La Batalla de Trafalgar supuso el fin de la hegemonía española en el mundo en una batalla en que los ingleses tuvieron en cuenta las teorías de John Clerk, un comerciante escocés, famoso por sus escritos sobre las tácticas navales en la época, cuya propuesta principal era la concentración del fuego «dirigiendo la mayor parte de la potencia de la flota contra unos pocos barcos, en la vanguardia o en la retaguardia». De esta forma, los ingleses innovaron la táctica naval adoptando actitudes mucho más ofensivas, mientras que el comandante de la flota franco-española seguía aferrado a las tácticas de combate tradicionales. Como curiosidad, cabe comentar que los tres almirantes protagonistas de esta batalla murieron como resultado de ella: Nelson, en el puente de su navío. Gravina, a causa de una grangena, producto de las heridas sufridas durante el combate. Y Villeneuve, que se suicidó por temor a sufrir un Consejo de Guerra por haber desobedecido las ordenes de Napoleón. Así mismo también murió en esa batalla otro gran marino, el Brigadier Cosme Churruca, que murió en el San Juan Nepomuceno, tras sufrir la pérdida de una pierna por el impacto de una bala de cañón.

En tierra
El 19 de noviembre, con el Príncipe de Asturias anclado en el puerto de Cádiz, Hore fue ascendido al empleo de jefe de escuadra, cesando en el mando de su buque y siendo encargado por el propio Gravina, para controlar la rehabilitación de los buques reunidos en la capital gaditana, tarea que desempeño hasta bien entrado el año siguiente en que se le concedió una licencia, que pasó con su familia en Cartagena, ciudad de la que no se movería, ya que una vez terminada su licencia fue destinado al Departamento de Cartagena, donde fallecería el 15 de agosto de 1808 «victima de contagio», según la terminología usada por Manuel Nuñez, teniente General de la Real Armada, en su comunicado del día 17 al Consejo de Regencia, notificando su muerte.

SERAFÍN DE HORÉ Y DÁVILA
Nacido en 1767, en julio de 1781, a la edad de 14 años y siguiendo los pasos de sus dos hermanos empezó a servir de Guardia-marina, siendo ascendido tres años más tarde a alférez de Fragata.

Primeros problemas
En julio del año siguiente, en 1785, estando de base en Cartagena solicitó licencia para cuatro meses para desplazarse a Calzada de Calatrava por intereses propios, solicitud que le fue concedida. Pero llegados al mes de enero, desde Calzada de Calatrava escribe diciendo «hallarse hace cinco meses poseído de unas fuertes tercianas6» y que si bien ha intentado incorporarse a su departamento por haber concluido la licencia concedida, no lo pudo conseguir «por haberse agravado en el camino» por lo que solicita que le prorroguen otros cuatro meses. Prorroga que de nuevo le es concedida, pero con la que tampoco cumple, ya que en mayo, envía una nueva carta, esta vez desde Cartagena donde dice que es consciente de «haber usado la Real Licencia el tiempo de cuatro meses y otros tantos de prorroga» pero que sus enfermedades le han impedido «presentarse en el termino perentorio» pero que aún y así solicita que le concedan «el cobro de sus pagas vencidas».
Parece ser que los motivos fueron aceptados, por que el mes de junio de ese mismo año de 1786, justo un año después de solicitar su primer permiso, Alfonso Alburquerque, teniente General de la Real Armada Española, le comunica que S. M. le ha concedido «rehabilitación por el tiempo excedido».
Parece que la experiencia le sirvió de algo ya que dos años mas tarde, en junio de 1788, según publica Mercurio de España, promociona de alférez de fragata a alférez de navío. Pero como se verá, nada más lejos de la realidad.

Siguen los problemas, y esta vez con la Inquisición
Llegados al mes de marzo de 1790, de nuevo solicita una licencia de cuatro meses, que se le concede, para que pueda ir a su casa a resolver «algunos intereses pendientes». Y de nuevo deja de acudir a su destino al final del permiso, tal y como hizo saber, en carta enviada el 24 de septiembre de ese año, por Baltasar Hidalgo de Cisneros, capitán de la fragata Santa Florentina, al Capitán General de la Real Armada Española, Luís de Cordova, para comunicarle que el 12 de julio último faltó en la citada fragata el alférez de navío Serafín de Horé y que no se sabe «el paradero de ese oficial». Motivo por el que en fecha 1 de octubre se comunica que se ha resuelto «darle de baja del Cuerpo».
Tendrá que pasar medio año, desde que fuese expulsado, para que Serafín dé razón de su comportamiento, según se desprende de una carta escrita de su puño y letra fechada el 30 de abril de 1791. En ella dice: «haber sido involuntaria su quedada en Cádiz a la salida de la fragata, y que habiendo emprendido viaje para Cartagena por tierra a fin de incorporarse allí, para donde llevara el buque su destino [...] le acaeció en el camino una gravisima enfermedad que le imposibilitó verificar su idea». Luego añade que al percatarse de lo que había hecho, el «rubor de haber incurrido en ella le distrajo después de haberse restablecido, como lo hace ahora convencido de la razón y del conocimiento de su yerro». Por todo ello pide que se le rehabilite en el cargo. Le abala la carta el Capitán General Luis de Cordova, el cual añade que si bien no se pueden acreditar las circunstancias descritas, sus explicaciones «le parecen dignas de la piadosa consideración».
Pero, esta vez, no le será tan fácil convencer a S.M., ya que Agustín Rubín de Ceballos, obispo de Jaén e Inquisidor General de España, expone que Horé fue detenido por la Inquisición y encarcelado por el Santo Oficio pues habiendo sido citado por su Comisario en Cádiz, no solo no se incorporó a su navío sino que por espacio de nueve meses se ignoró su paradero hasta que reapareció solicitando la habilitación de su empleo. Y que fue a raíz de su reaparición cuando solicitó informes al Tribunal de Sevilla, el cual respondió diciendo «no existir en él causa alguna grave ni leve [...]» y solo consta haberse dado orden al Comisario de Cádiz para que «recogiese del citado [H]Ore y otros sujetos algunos libros prohibidos advirtiéndoles que en lo sucesivo evitasen toda lectura y retención de semejantes impresos».
Finalmente la intervención familiar suaviza el castigo y en 24 de mayo, Luis de Cordova en nombre de S.M. dice que «teniendo en consideración a su familia, que ha mediado» sentencia que «haga una Campaña de seis meses en clase de aventurero7» y que pasado este tiempo se reintegre en su empleo en la antigüedad que tenía.
Un año después, en enero de 1792, se le promociona de alférez de navío a teniente de fragata. Y tres años más tarde, estando destinado en la Escuadra del Mediterráneo, en fecha 5 de agosto de 1795 se le nombra Agente Fiscal Militar del Consejo de Guerra, por lo correspondiente al ramo de Marina, cargo que en principio le lleva a trasladarse a Madrid, donde desde hace un par de años vivía su hermano Vicente.

Una nueva fuga y una nueva intervención familiar
Un año después de su traslado a la capital, el 12 de julio de 1796, se comunica que el «Agente Fiscal Militar del Consejo de Guerra, Serafín Horé se ha ausentado de la Villa y Corte de Madrid sin permiso». Y un día más tarde, desde Cordoba, el mismo Horé explica los motivos de esta nueva "deserción": «habiendo contraído algunas deudas que no podía satisfacer y viéndose apremiado por los acreedores, salió de Madrid el día 1º de junio para un paraje poco distante, donde se persuadía ser algún fundamento el que hallaría medio de salir de sus empeños, pero no habiéndolo logrado, el rubor de faltar a su palabra, juntamente con el recelo de que se habría notado su ausencia, lo alucinaron hasta el punto de ir a presentarse al Capitán General del Departamento de Cádiz, a fin de que dando cuenta de todo a V.M. se dignase perdonarle o señalarle la pena correspondiente» pero cuando iba de camino a su pretendido destino, para su desgracia, al llegar a Córdoba «cayó gravemente enfermo» por lo cual no pudo llevar a cabo su propósito.
De nuevo pide que se le perdone y se le conserve en servicio, y esta vez quien le abala es su hermano Vicente de Horé, Consejero de Indias, el cual dice que «habiendo sabido la ausencia y paradero de este oficial, manifestando que sin duda fue causa de su delito la debilidad de su cabeza con que había quedado a resultas de un cólico vilioso y convulsivo que estuvo padeciendo tres meses sin intermisión» y del cual termina diciendo se hallaba atacado el día anterior a su fuga. Sea como sea el caso es que el 26 de agosto se le sentencia a «estar arrestado en uno de los buques armados para que haga el servicio, sin bajar a tierra por espacio de seis meses, ni cobrar mas que la mitad del sueldo hasta que estén satisfechos sus acreedores».
Enterado de la sentencia solicita «cumplir el tiempo de su prisión haciendo campaña de mar», solicitud que es aceptada haciendo la campaña a bordo del navío África, pero sin bajar a tierra. Condena que cumplió ya que al año siguiente, una vez cumplida la misma, se le encuentra destinado en el navío San Genaro.

Siguen las deserciones
No sabemos si llegó o no a embarcar en el San Genaro, pero lo que si que es cierto que según informa el 17 de junio de ese mismo año de 1797 el Comandante General de la Escuadra del Océano, José de Mazarredo, «se desconoce el paradero [de Horé], que estaba destinado en el navío San Genaro», pidiendo que se le suspenda de empleo, recordando que no es la primera vez que se ausenta sin permiso, y que «su conducta ha sido siempre perversa contra las obligaciones de un oficial». Petición que es aceptada, por lo que en fecha 26 de junio se le da de baja del servicio.
Y de nuevo pide clemencia. Esta vez, será mediante una carta fechada el 2 de marzo de 1798, en la que a parte de clemencia, solicita que se le conceda la gracia de «navegar en clase de Aventurero en alguno de los buques de esta Escuadra del Oceano». Gracia que de nuevo se le concede y a su vuelta se le destina al navío San Telmo del que vuelve a desertar según carta fechada en Cádiz el 13 de noviembre en cuya plaza se le había destinado «para ver si enmendaba su fatal conducta [...] ante la amistad de su Comandante Don Juan José Martínez con Don Rafael de Hore, hermano del expresado», pero como sigue expresando la carta «hace un mes que está desaparecido dejando muy poco equipaje [el firmante supone que el resto de equipaje se lo ha vendido], habiendo sacado una crecida porción de dinero a su pariente el Guardia Marina Don Diego Aguirre y sospechando también que no sea éste el único acreedor que deje». Finalmente y ante semejante conducta, el 23 de noviembre 1798 se informa que «Respecto a la nueva fuga que ha hecho del navío San Telmo en el que se hallaba embarcado» se pide que sea «borrado de la Plaza de Aventurero» y que bajo «ningún pretexto vuelva a ser admitido en ella». Será esta la última noticia que se tenga de Serafín de Horé.

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