Libros
EL INTERNADO SOTOMAYOR DE MANZANARES

en Ponencias XXI Congreso de la Asociación de escritores de Castilla-La Mancha (Guadalajara: Editorial Llanura, 2025).
La enseñanza en Manzanares
Aunque no es el objetivo de este escrito, creo necesario hacer una breve referencia a la enseñanza en Manzanares a partir de la creación del llamado Instituto Laboral o Centro de Enseñanza Media y Profesional, de modalidad agrícola-ganadera, especializado en enología, de ahí que de entre sus filas salieran enólogos que han ejercido su labor profesional en cooperativas y bodegas de renombre dentro del ámbito, no solo regional, sino también nacional.
Creado el 25 de febrero de 1955, estaba situado en la planta baja de un edificio de la calle del Carmen, número 10, en cuyo primer piso se encontraba una academia de enseñanza privada, la Academia Lope de Vega, que con el tiempo se trasladó a otra ubicación, lo mismo que hicieron los de Extensión Agraria que tenían sus oficinas en la planta baja de dicho edificio. Una década más tarde, en 1967, se unificaron los Bachilleratos Laboral y General, dando lugar al denominado Bachillerato Unificado (elemental y superior), mientras que los Institutos Laborales pasaron a denominarse Institutos Técnicos. Ese mismo año, se le concedió la categoría de Mixto, con la entrada de alumnado femenino, y también fue ese año que se creó en la calle Mayorazgo, el Internado Sotomayor, dependiente del Instituto, para que pudieran cursar sus estudios alumnos procedentes de otras localidades.
Los cursos de Bachillerato Laboral o Técnico coexistieron, durante casi un lustro, con el Bachillerato Unificado, desapareciendo definitivamente durante el curso 1972-73, el mismo año en que el "instituto viejo" de la calle del Carmen, se trasladó a un edificio de nueva planta, construido para tal fin, situado en la carretera de La Solana: Instituto "Pedro Álvarez de Sotomayor (1)". Tres cursos más tarde, en concreto a partir del curso 1975-76 se empezó a cursar el Bachillerato Unifica0do Polivalente (BUP).
La necesidad de un internado
Llegados a los años 60, el número de alumnos procedentes de los pueblos limítrofes con Manzanares, superaba al de los del propio municipio. A modo de ejemplo podemos decir que el curso 1964-65 de los 64 alumnos matriculados en el Instituto de la calle del Carmen, solo un tercio pertenecían al propio municipio, mientras que el resto eran alumnos procedentes de Albadalejo, Alhambra, Carrizosa, La Solana, Membrilla, Montiel, Tomelloso, Villahermosa, Villanueva de la Fuente y Villanueva de los Infantes, entre otros. Alumnos que necesitaban un lugar donde alojarse, ya que no se podían permitir el ir y venir cada día desde sus respectivas residencias al instituto. Uno de esos alumnos, Clemente Plaza, de Villanueva de los Infantes, comentaba que para ir de su pueblo al instituto tardaba casi tres horas: «el autocar de La Sepulvedana salía de Infantes a las 6,30, íbamos primero a Carrizosa y luego a Alhambra, donde Juanillo, el conductor, y Raimundo, el cobrador, paraban y se tomaban un café. Seguíamos para La Solana y Membrilla, para llegar finalmente a Manzanares a eso de las 9, aunque a veces era un poco más tarde». Eso hacía que tuvieran que quedarse a dormir y de ahí que el Ayuntamiento manzanareño tomara cartas en el asunto y a partir del curso 1961-62 decidiera crear un "internado (2)" en unos pisos situados en la plaza de Julián Mellado, pertenecientes a ese municipio. Éste, al que podríamos llamar "primer internado" empezó a funcionar en el curso 1962-63, por iniciativa de Manuel García-Fogeda Cabanes, oficial instructor del Frente de Juventudes y secretario del instituto. Llegado el curso siguiente, dado que ninguna institución se hacía cargo del internado, intentó gestionarlo como entidad privada, lo cual no gustó a la autoridades y terminó siendo cesado el 6 de abril de 1964 y con él, el director del instituto, Luis Álvarez.
El primero de los problemas que se plantearon en ese primer internado fue que el número de alumnos "becados" era superior al de las plazas disponibles, lo que motivó que muchos de los estudiantes tuvieran que repartirse en pensiones y casas particulares, siendo uno de estos afectados el propio Clemente el cual tuvo que instalarse en una casa propiedad de Don Francisco López de Pablo, a quien llamaban "veneno", situada en la calle Vázquez de Mella, número 1, justo al lado del instituto. Era esta una casa de dos plantas, que estaba al cuidado de la cuñada de Don Francisco en la que los de Infantes ocuparon la planta baja. Esa proximidad con el instituto trae a colación una anécdota contada por el mismo Clemente. Normalmente la comida del mediodía la hacían en el propio instituto, mientras que la cena la hacían en la pensión. Pero se daba el caso que los domingos por la noche, la cocinera libraba o sea que les dejaba una cena fría, que normalmente consistía en chuletas y alguna cosa más, comida que después quedaba en un rincón esperando a que el lunes por la mañana, al llegar las cocineras, la retiraban. Ese lapso de tiempo era suficiente para que alguno de los residentes, cuando en el instituto les daban el desayuno, que consistía en un bocadillo de chocolate o caballa en vinagre, fuesen corriendo hasta su residencia para apoderarse de la chuletas que habían sobrado de la cena, y así tener un desayuno más copioso.
Con la llegada del curso 1965-66, mientras el Ayuntamiento realizaba las obras de adecuación de un edificio situado en la calle Mayorazgo, número 4, con la intención de convertirlo en internado, los estudiantes que estaban en la calle Vázquez de Mella, se trasladaron, con carácter provisional, a otro edificio, en este caso en uno situado en la calle del Carmen, número 7. Una casa de dos plantas, recuerda Plaza, a la que se accedía por una portada en la que habían unos caballeros en relieve, con un patio central, que tenía un "aguilucho" disecado que por la noche los internos se dedicaban a mover-lo, dando una sensación de terror, lo que le valió a la casa el sobrenombre de la "casa del terror". Era fría como el hielo, con una sola estufa para calentar todo el edificio, carecía de agua corriente, la cual tenían que ir a buscar a la cochera anexa al edificio, donde había un gran bidón en el que las larvas de los mosquitos nadaban a sus anchas.
Finalmente, a mediados de 1966, las obras de adaptación del edificio de la calle Mayorazgo estuvieron terminadas, de tal modo que el curso 1966-67, con más de 100 alumnos becados, el Internado se trasladó a su nueva ubicación.
El edificio de la calle Mayorazgo
El nuevo edificio era una de las grandes casas solariegas con las que contaba Manzanares, y según podemos leer en la web del Ayuntamiento, en una entrada que bajo el nombre de Casa de Cultura, firma Felipe Jerez, por su cercanía, por su similitud en los materiales de construcción, así como por su similitud en el patio de columnas, posiblemente pudiera pertenecer al patrimonio del mayorazgo de los Quesada, más concretamente a D. Francisco de Quesada, pudiendo ser una prolongación de la Casa de Mayorazgo número 2, esta última del siglo XVI y que desgraciadamente se derrumbo, para dar cabida a un bloque de pisos. Según sigue contando, inicialmente la casa estaba compuesta de piso bajo y alto con diferentes habitaciones, y en su parte derecha, eran cuadras y corrales, antes destinadas para la labor.
Se sabe que en los años cuarenta del pasado siglo XX, la casa pertenecía a doña Adela García Sánchez-Cantalejo, quien la legó a su sobrina Adela García Caamaño y ésta a su marido don Bruno González Peral, el cual, al morir sin descendencia, la legó a su cuñado Manuel García Caamaño y a sus sobrinos Luis y Mari Carmen García Espinosa. Los cuales la vendieron al Ayuntamiento, con el objetivo de ubicar el Internado del Centro de Enseñanza Media y profesional del Instituto Laboral. Labor que llevó a cabo hasta su desaparición en 1974.
Puesta en marcha del internado “Sotomayor”
En el número de diciembre de 1966, en el periódico Lanza, se puede leer que el internado Sotomayor ya está en marcha, dando a entender que podría albergar a todos los alumnos de las poblaciones vecinas matriculados en el Instituto Laboral. Según el articulista en aquel momento tenía cabida para 95 alumnos pero se preveía que con las obras terminadas podrían llegar a los 200 ?afirmación que como veremos no es muy cierta? y que allí los alumnos tendrían «su verdadero hogar, limpio, acogedor, con televisión, etc.», palabras corroboradas en agosto del año siguiente por el propio alcalde de la ciudad, Agustín Serrano Díaz-Pinés, quien en una entrevista aseguraba que el internado contaba «con todas las exigencias modernas en cuanto a habitaciones, comedores, médico, asistencia espiritual a cargo del padre Leonardo,...», para terminar anunciando que para el próximo año las obras estarían ya terminadas, y «contará con un total de 150 plazas, todas ellas para alumnos de Instituto de Enseñanza Técnica».
Otro de los alumnos de estos primeros años fue Félix Romeral, en cual en un artículo publicado en 1969 en la revista Siembra decía que el nuevo internado, que en aquel curso albergaba 130 alumnos «es una casa colegio en la que residen en régimen de internado niños y jóvenes venidos de más de treinta pueblos de la comarca y de toda España», añadiendo que «el año anterior albergó 115 alumnos de los cuales el 90% eran becarios de Protección Escolar y que los no becarios pagaban 15.000 pesetas».
El internado de la calle Mayorazgo
Como ya ha quedado explicado, el edificio de la calle Mayorazgo era una antigua casa solariega de planta baja y primer piso, que fue adaptado a las necesidades del internado, de modo que una vez terminadas las obras de adecuación quedó estructurado del siguiente modo.
Una vez cruzabas la puerta de entrada, que estaba coronada por un escudo con una espada, accedías al interior, en donde se habría un claustro cubierto por una "montera", la cual, como recuerda Clemente un día de mucho viento salió volando, yendo a aterrizar en el paseo del rio. Alrededor de ese claustro se repartían distintas estancias: la oficina del conserje y la del gerente; una gran sala de estudio, que a la vez servía de sala de juego, y en la que había una televisión, en la que aparte de los partidos de fútbol, se seguían las series y programas de la época, como "Bonanza", "Viaje al fondo del Mar" y "Cesta y puntos"; la biblioteca; el comedor, con mesas que solían ser para seis comensales; la cocina y junto a ella la casa en la que vivían Mariana, la cocinera, y su esposo Vicente, que a su vez hacía las funciones de conserje y a quien llamaban "quilates" por tener un ojo de cristal; y justo frente por frente con la puerta de entrada, al otro lado del claustro, el despacho del director, la escalera por la que se accedía a la planta primera y la puerta que daba al patio.
Por lo que respecta al patio, éste tenía forma de L, dando uno de sus brazos pared con pared con el comedor, que se encontraba a la mano izquierda del claustro, según se accedía desde la calle. En él se encontraban los aseos, que a su vez hacían las funciones de ducha. Me explico: las letrinas eran de aquellas que tenían un agujero en medio, y en este caso, en un lateral, había como una reja sujeta a la pared, pero de tal modo que si la soltabas, se encajaba justo encima de la letrina, haciendo las veces de ducha (era éste un sistema ideado por Don Tomas, apodado el "loco de Vallecas" que era el profesor de taller de metal), eso sí, con agua fría, por lo que como recuerda Castell, lo de ducharse, si no era por castigo... En ese mismo patio, había también una habitación, conocida como "el patatero" que aparte de servir de almacén, hacía las veces de gimnasio. Y evidentemente todo lo que se espera de un patio: una pared que servía de frontón, un par de canastas de baloncesto y una red de voleibol, deporte en el que Manzanares sobresalía y que le llevó incluso a jugar la final del campeonato de España, precisamente en Gijón, población de uno de los alumnos del internado, Benito Floro, el mismo que con los años llegó a ser entrenador de diversos equipos nacionales, entre ellos el Real Madrid (3).
Y en la primera planta, justo encima del estudio, se ubicaba el dormitorio principal; aunque no era el único dormitorio, ya que había otros, pero con menor capacidad, entre ellos el que llamaban de los "roncadores" a la que eran relegados aquellos que con sus ronquidos no dejaban dormir al resto de los alumnos. Todos ellos equipados con literas y taquillas, donde los internos podían guardar sus pertenencias.
En esa misma primera planta, también había un par de habitaciones más, una en la que dormía Antonio Caba Sánchez de la Blanca (4), que ejercía sus funciones en la Secretaría del Instituto, y otra en la que lo hacía el del Frente de Juventudes. Y con el paso de los años, justo al lado de la escalera de acceso, se ubicaron unos nuevos aseos, donde los sábados los más aseados se duchaban.
Organigrama del Internado Sotomayor
Para el buen funcionamiento y gestión de la nueva institución, se constituyó un patronato municipal que, presidido por el alcalde, estaba formado por el cura párroco, el director del instituto, un profesor de la asignatura de Formación del Espíritu Nacional (FEN) (5), un maestro y dos padres de alumnos, siendo condición indispensable que el director del Internado fuera el mismo director del Instituto o un profesor designado por él, por este motivo ya desde finales de la década de los años sesenta, algunos Capuchinos, por ser profesores de religión, llegaron a ser directores del mismo. Entre estos directivos se encontraban Luís Álvarez Díaz-Ufano, Gabriel García-Abad García, y Acisclo Alberto Redondo (6), este último profesor de Educación Física y F.E.N. Así como los padres Leonardo Redondo Villa, palentino; Emilio Bande Vázquez, gallego; Leopoldo Rodrigo y Pablo Martín Martín, todos ellos Capuchinos y a su vez profesores de religión.
Pero a parte de ellos, que eran "cargos administrativos", los que si compartían el día a día con los internos, eran el educador, el del Frente de Juventudes, el conserje y la cocinera con un par de mujeres que la ayudaban en sus tareas. Pero si bien eran pocos, y en algunos momentos se encontraban desbordados, ante el más de un centenar de alumnos que se encontraban internos, en palabras de Juan Castell «por regla general no había un ambiente carcelario, aunque eso sí la disciplina era bastante regia», por lo que a veces, el del Frente de Juventudes «te ponía la mano encima» cosa, que por cierto, era muy habitual en la mayoría de las escuelas de aquellos años, emulando así el cuadro de Francisco de Goya que lleva por título La letra con sangre entra, lienzo también conocido por el nombre de Escena de escuela .
Y la verdad sea dicha, desde un primer momento, el nuevo internado tuvo una muy buena aceptación y como recuerda Castell «en el instituto el profesorado nos tenía en muy buena consideración, por eso de que éramos de fuera y no estábamos en nuestras casas. Y por regla general teníamos buena prensa como buenos estudiantes", y como dice el refrán, para muestra un botón, y en este caso me refiero a que de entre sus filas, o mejor dicho de entre sus pupitres han salido nombres muy representativos ya sea dentro de la cultura, la política y el deporte de nuestro país. Solo, y por citar algunos nombres, entre los políticos tenemos a los que fueran presidentes de la Diputación de Ciudad Real: Luis Jesús Garrido Garrancho, José Manuel Caballero Serrano y Nemesio de Lara Guerrero, el cual a su vez también fue Senador en las Cortes Generales de España, del mismo modo que lo fue también Hilario Caballero Moya. Y a nivel deportivo, podemos destacar a Benito Floro Sanz, al que ya he hecho referencia con anterioridad.
Un internado que en 1970 se anunciaba del siguiente modo: «Residencia Internado Sotomayor. Dependiente del instituto técnico de enseñanza media de Manzanares. Regido por PP. Capuchinos». Y añade que para el curso 1970-71 dispondrá de 50 plazas solo para alumnos que cursen estudios de Bachillerato General Unificado, teniendo preferencia los alumnos becarios de Protección Escolar (en el curso 1971-72 el número de becados alcanzó la cifra de 135 alumnos). Y que para los no becados, el coste anual por curso era de 15.000 pesetas, precio que en 1974 se había elevado a 27.000 pesetas.
El día a día en el Internado Sotomayor
El día a día de los alumnos del internado no iba mucho más allá del que podía llevar cualquier alumno en cualquier escuela española. Clemente Plaza lo resume con estas palabras: «Desayunabas ?pan, galletas, mantequilla, mermelada y café, o mejor dicho, achicoria?, cogías tus libros y te ibas para el instituto, en el que entrabamos a las 9». Aquí habría que añadir que si bien los primeros años, como recuerda Castell iban «andando, cada uno iba como quería, con sus amigos,... pero nadie nos acompañaba», a partir del curso 1972-73, con el traslado del instituto a su nueva ubicación en la carretera de la Solana, les pusieron un autobús en el que, sigue recordando Castell «íbamos derechos, saltando,... y el conductor se ponía de los nervios». Dicho esto, sigamos con la rutina diaria que nos contaba Plaza «A media mañana nos daban un bocadillo o un bollo con chocolate. Luego íbamos a comer al Sotomayor y de vuelta al Instituto hasta las 7 de la tarde (los que teníamos el bachillerato laboral). Luego estudio hasta la hora de cenar, y después de cenar a ver algo de TV y luego a dormir». Dos horas de estudio que, según Castell, a veces se hacían eternas, por lo que se dedicaban a "cazar moscas" o a leer alguna novela del toledano Marcial Lafuente Estefanía (7), e incluso alguna vez, alguna revista "porno" «hasta que nos pillaron y nos amenazaron con expulsarnos». Una sala de estudio que era la única del edificio que contaba con calefacción ?un par de estufas de butano?, porque en el resto del edificio el frio era "infernal", de ahí que los sabañones en orejas y dedos estuviesen en la orden del día, «con las manos agrietadas, casi con sangre». Clemente recuerda que las mesas eran individuales y que los alumnos se agrupaban por parejas. Distribuidas a lo largo de la sala, en la que hacia la mitad, y frente a una puerta de entrada, estaba el profesor encargado del Estudio, tareas que recaían en profesores como el de francés, un tal don Felipe, apodado "el gorri", del que Castell todavía recuerda su frase favorita: Silence tout le monde (8), pero pronunciada de carrerilla "silans tulemon".
Llegado el fin de semana, el horario sufría un cambio. La mayor parte de los estudiantes seguían en el internado, ?ya que por regla general solo se iban para sus hogares por los Santos, Navidad, Carnaval y Semana Santa? por ese motivo, si bien las mañana del sábado se dedicaba principalmente al estudio, a partir de la tarde del sábado y todo el domingo, se consideraban "festivos". Los domingos por la mañana, después del desayuno, en que les daban chocolate con churros, muchos de ellos se quedaban en el patio jugando a voleibol o al baloncesto, hasta la hora de comer en que les daban paella, como una cosa especial, pero es que por regla general, como añade Castell «no es que la comida fuera escasa, sino que no nos gustaba y el día que ponían pan tierno se terminaba al momento, por eso siempre nos ponían el pan del día anterior [...] Los huevos flotaban... parecía que los hervían en lugar de freír; las lentejas tenían bichejos, porque no las habían lavado...». Pero todo eso quedaba olvidado cuando llegaba la tarde. El mismo Castell recuerda que «por las tardes del sábado y del domingo nos arreglábamos y salíamos: al cine, a las sesiones dobles que echaban en el cine Avenida o en el Gran Teatro; a la pastelería Mazarro a compra bollos de leche, y sino, al paseo que bordeaba el rio,...» hasta que anochecía en que era cuestión de ir pensando en volver, porque como añade Clemente Plaza «si llegabas tarde, te ibas directo a la cama sin cenar, aunque los otros estuvieran cenando en ese momento».
A parte de todo lo comentado, también se organizan certámenes literarios, representaciones teatrales, se impartían charlas de formación humana y espiritual e incluso se organizaban viajes de fin de curso. Félix Romeral, en su artículo de Siembra, comentaba que aquel año de 1969 habían hecho el siguiente recorrido: «Manzanares, Jaén, Granada, Málaga, Costa del Sol, Algeciras, Cádiz, Córdoba y Manzanares». Mientras que Plaza recuerda que «al final del quinto fuimos de viaje de fin de curso a Burgos, Bilbao y cruzamos andando hasta Hendaya, en Francia. Y en séptimo fuimos a Valencia, Tarragona, Barcelona y Andorra».
Pero con la obertura de nuevos Institutos de Enseñanza Media en la región, llegó un momento en que el internado ya no tenía razón de ser y dejó de funcionar, ?según podemos leer en una retrospectiva que sobre el Internado publicó Siembra en septiembre de 1980?, el curso 1974-75, en una decisión que sería tomada con una cierta precipitación toda vez que en Lanza del mes de agosto de ese año de 1974 todavía se ofrecían, en la Residencia-Internado Sotomayor, plazas para alumnos de 4º, 5º, 6º de Bachillerato y COU, para el curso de 1974-75, a un precio de 27.000 pesetas el curso completo. Y el motivo de esa decisión posiblemente estaría ligada al hecho de que, –según podemos leer en el acta del Pleno Municipal del 28 de febrero de 1974–, estaba previsto «instalar la Casa de la Juventud en el actual edificio del Internado Sotomayor», a la vez que se pretendía «convertir el actual Internado Sotomayor en Colegio Menor, ubicándolo en edificación de nueva planta». Noticia que venía ratificada en Siembra del mes de abril de ese mismo año en que decía que «Los trámites para la construcción del Colegio Menor y Casa de la Cultura siguen adelante».
(1) Nombre con el que se pretendía homenajear al cura párroco de Manzanares, de ese nombre, de quien se dice que durante la Guerra de la Independencia salió al paso del general francés, Horacio Sebastiani, que venía dispuesto arrasar la población, acompañado por la imagen de Jesús del Perdón, y ofreciendo su propia vida, logró evitar que las tropas francesas destruyeran la villa. Actualmente en la ermita de la Veracruz de Manzanares se puede contemplar el fajin ofrecido por el general francés al pueblo de Manzanarez como señal de perdón para sus habitantes.
(2) A lo largo de todo el artículo hablaremos de internado, ya que es el nombre que se le daba, cuando en realidad era más un pensionado o residencia, ya que si bien había unas reglas que había que cumplir, los alumnos tenían plena movilidad.
(3) El último año que pasó en Manzanares, Benito Floro ejerció de monitor, a la vez que formó parte de la plantilla oficial del Manzanares C.F.
(4) Antonio Caba fue concejal y primer teniente de alcalde del ayuntamiento de Manzanares desde 1983 hasta 2011.
(5) Esta asignatura, de carácter obligatorio en todos los centros, no era impartida por el profesorado ordinario, sino que lo era por miembros de las FET y de las JONS, partido conocido popularmente bajo el nombre de Falange.
(6) Jorge Torrijos, en Balcón de Infantes, recordaba que en la primera "residencia" en la que estuvo (con dos literas para cuatro niños), antes de ir a la de la calle del Carmen, fue recibido por Don Acisclo y su esposa.
(7) Escritor de novelas del oeste, considerado el máximo representante de dicho género en español, con unas dos mil seiscientas novelas en su haber. Eran unas novelas de tamaño pequeño, que salían semanalmente y que se vendían, en un principio, a 5 pesetas cada una.
(8) Silencio todo el mundo.